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28 de enero de 2022
“Lo que tenemos que aprender, lo aprendemos haciéndolo” la frase es de Aristóteles allá por el siglo IV a.C. Esta frase resume a la perfección el principio de la práctica. Según éste, la única forma de aprender algo es poniéndonos en acción, experimentando y practicando.
Hace unos años se puso de moda el término “learning by doing” que daba nombre a una de las corrientes más vigente en las aulas de todos aquellos educadores comprometidos con el cambio de paradigma educativo. Sin embargo, ésta manera de aprender, no es algo novedoso.
Aristóteles, Confucio, Rosseau… han sido muchos los filósofos y pensadores preocupados por la docencia y su mejor enfoque a lo largo de la Historia. Pero si tuviéramos que señalar a alguien como el verdadero padre y renovador de la educación experiencial, ése sería John Dewey, filósofo y pedagogo estadounidense, creador de la teoría del aprendizaje por experiencia.
Según Dewey, el aprendizaje es un proceso activo, dinámico y significativo en el que el alumno es el protagonista. Para que este proceso se lleve a cabo de la mejor forma posible, el alumno debe estar en contacto directo con la realidad, con la experiencia. De esta forma, podrá construir su propio conocimiento, basándose en la reflexión y el análisis de lo que ha vivido.
No es de extrañar, por tanto, que los expertos en educación recomienden a los padres que estimulen el aprendizaje de sus hijos mediante el juego. Según ellos, el juego es la mejor forma de aprender y de explorar el mundo. Por eso, es importante que los niños jueguen libremente, sin miedo a equivocarse, y que exploren todas las posibilidades que les ofrece el juego.
El aprendizaje por experiencia es una manera de aprender que tiene en cuenta las características de cada persona, ya que cada uno aprende de una forma diferente. Por eso, es importante que el alumno tenga la oportunidad de explorar, de descubrir por sí mismo el mundo que le rodea. De esta forma, se sentirá motivado y comprometido con el aprendizaje, ya que éste no será algo abstracto y lejano, sino algo que está relacionado directamente con su vida.
Éste año, como novedad en nuestro MBA ejecutivo, hemos introducido una serie de “retos” a nuestros alumnos. Se trata de problemas reales de empresas de nuestro entorno que los alumnos deberán resolver por equipos. Cómo desplegar un plan estratégico, cómo escoger un método de imputación de costes indirectos, cómo lograr un cambio de cultura organizacional, cómo crear una spin-off o cómo desarrollar un plan de crecimiento y expansión son los cinco retos a los que se enfrentarán este año.
Al plantear retos a los alumnos, a través de actividades significativas y desafiantes, el aprendizaje por experiencia aparece fomentando además el espíritu de competencia y la autoestima, ya que el alumno se siente capaz de resolver problemas y de aprender por sí mismo.
Todo ello en un entorno controlado y permisivo con el error, en el que la competencia entre los distintos equipos se manifiesta como un elemento más de motivación hacia el trabajo bien hecho. Como docentes nos ofrece además la oportunidad de evaluar las capacidades individuales de liderazgo, de trabajo en equipo, de creatividad, de habilidad para exponer en público… siendo una fuente valiosísima para la mejora de éstas habilidades tan importantes en la vida profesional de los directivos.
Sin duda, toda una experiencia esto del “aprender retando”.
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